La cueva de Ramon Llull se sitúa en la vertiente sur del monte de Randa, dentro de los límites de la posesión de Albenya. Tanto la cueva como el próximo santuario de Cura fueron declarados paraje pintoresco en 1951.
La cueva presenta una entrada estrecha afectada por el desprendimiento de rocas. La cavidad no es muy profunda y es de escasa altura, de forma que solo cabe una persona agachada. Según la descripción del archiduque Luis Salvador, la cueva tenía una apertura de 2,5 m y una profundidad de 2 m; el desprendimiento de la roca de la cubierta redujo notablemente las dimensiones y ha generado numerosas leyendas vinculadas a la destrucción voluntaria del patrimonio luliano. De este modo se habría consolidado el relato de un atentado contra la cueva promovido por los sectores antilulistas a fin de eliminar los símbolos y los espacios que nutrían la devoción luliana popular.
Delante de la cueva hay una explanada de 350 m2, protegida por una reja metálica y una pared seca. Con la misma técnica se construyeron los tres escalones que facilitan el acceso a la cavidad. Dos elementos conmemorativos de Ramon Llull enriquecen el espacio: una placa de piedra en la entrada de la cueva, colocada en 1933, y una estatua de Llull rogando de rodillas, de arenisca (marès), mutilada. Todos estos componentes reflejan el movimiento luliano promovido por los franciscanos TOR, durante las décadas de los 30 y 40 del siglo XX.
En cuanto a la vegetación, destaca el célebre lentisco que ha dado lugar a la leyenda de la mata escrita, que, según la tradición, ocurrió aquí. Las hojas de la mata presentan toda una serie de signos extraños, talmente letras de alfabetos arcaicos, que se imprimieron después de que Dios revelara a Llull el Arte general.
Según la tradición, Ramon Llull se refugió a la cueva durante el primer período de estancia en la montaña, donde habría recibido la iluminación divina. Por este motivo, el lulismo popular sacralizó el espacio y lo habría convertido en lugar de veneración.
Durante los siglos XIV y XV, el monte de Randa se consolidó como montaña sagrada, ocupado por eremitas que se inspiraban en la experiencia contemplativa de Llull. En el 1453, Pere Joan Llobet fundó la Escuela de Gramática; en su entorno se debió fraguar la leyenda de la cueva. En el año 1509 ya se documenta la existencia de una capilla en la cueva. Habían pasado más de doscientos años de la iluminación de Ramon Llull.
Los historiadores Binimelis (1593) y Mut (1650) destacan que Llull habría empezado a escribir al regazo del monte, no en la cima. También surgió una tradición que vinculaba la iluminación y la mata escrita con la redacción del Arte general. El pavorde Terrassa menciona la capilla de la cueva, un retablo de adobe que se restauró hacia el 1760 y un oratorio minúsculo bendecido por el obispo Bauçà. En el siglo XVIII, la cueva destacó como centro de devoción popular.
El estado de la cueva durante el siglo XIX, parcialmente destruida por una roca, habría reforzado la leyenda de la persecución y la destrucción de los espacios de devoción luliana popular. Los contemporáneos Mateu Rotger y Rafel Ginard acusaron al maestro de gramática Maties Puig de destruir los signos de presencia luliana del lugar, puesto que quemó la mata escrita, presente en el exterior de la cueva desde el siglo XIII hasta el XIX.
En agosto de 1913, el obispo Campins cedió el santuario de Cura a los franciscanos TOR. La restauración del lugar luliano se inició con la recuperación de la cueva, que pronto se convirtió en un punto de peregrinación del movimiento lulista. La mayoría de actuaciones alrededor de la cueva son de la primera mitad del siglo XX. Con la coronación pontificia de la Virgen María de Cura (1955) y la modernización del santuario, el patrimonio luliano pasó a un segundo plano.




